Hablar de Bowie es hablar de todo. Habrá quien diga que me estoy subiendo al tren del mame, pero anoche fue la primera vez que se me salieron las lágrimas por la muerte de un famoso. Estaba en Twitter y en mi timeline apareció el comunicado oficial. Pensé que era una broma. Seguramente lo habían hackeado. Luego me metí a su Facebook; vi el mismo mensaje. Sin embargo el comunicado no estaba en su Instagram ni en su página web. Su esposa, la hermosa Iman tampoco había publicado nada y ningún medio de comunicación se atrevía a dar la información como cierta. Había esperanza.
Un sinfín de tuits decían que era una broma. Luego Sky News y Hollywood Reporter lo confirmaron: aseguraban haber hablado con su representante. Finalmente el último balde de agua fría: el director de cine Duncan Jones, tuiteó una foto en la que aparece como un bebé en los hombros de su padre. Very sorry and sad to say it's true. I'll be offline for a while. Love to all. Dios había muerto y hasta para eso había sido cool: mantuvo en secreto su lucha de año y medio contra el cáncer y dejó un disco como despedida. Su elegancia permaneció hasta el último de sus días.
A partir de los anuncios oficiales las redes sociales se llenaron de mensajes de shock y de amor. Sería un lunes triste pero uno lleno de buena música. De buena música.
No sé a ustedes pero a mí el amor por Bowie me llegó a través del cine. Aunque Labrynth salió en 1986 y yo nací en el ´88, fue una de las películas que más marcó mi infancia. Mis hermanas y yo la teníamos en VHS (¿o Beta?) Y la veíamos como desquiciadas. Dice mi primo Leo que siempre que iba a Cuernavaca a vernos, la estábamos viendo.
De Labrynth recuerdo muchas cosas. Desde esos tiernos añitos me impactaba la belleza de Jennifer Connelly y muy probablemente a ella le debo mi amor por las cejas pobladas. Recuerdo también el conflicto que me causaba la figura de Bowie. Era devastadoramente atractivo. Pero por un lado era femenino y por el otro, era el malo de la película. Sin contar que era un señor. A mis cinco años no entendía mi atracción. Algo debía de estar mal conmigo… Mi cerebro no me daba para entender el concepto de androginia. Y la música…la música. You remind me of the babe. (…) I saw my baby, crying hard as babe could cry (…) What kind of magic spell to use (…) Dance magic, dance (dance magic, dance), Put that baby's spell on me. Jump magic, jump (jump magic, jump). Honestamente creo que todas las niñas que vimos la película soñábamos secretamente con ser las protagonistas de la escena en que los Jennifer y David bailan As the World Falls Down.
Lou Reed, Mick Jagger y David Bowie.
El amor por Bowie también me viene de mi padre. Quizá él prefiere a otros músicos, pero cuando creces con un papá que tiene una banda de rock que se llama Kamazutra, toca una guitarra Gibson Les Paul y escucha Universal como si no hubiera otra estación de radio en el mundo, descubrir y amar a Bowie es absolutamente obvio y necesario. Esos recuerdos de ir a México a visitar a mi abuela suenan a música disco, los Beatles y los Stones. Pero también suenan a Goodbye, Yellow Brick Road de Elton John y Changes de Bowie.
Tiempo después el hijo de Dylan hizo un cover de Heroes. Supongo que a mi papá le daba gracia que el hijo de Bob Dylan hiciera un cóver de Bowie y se re enamoró de la canción. En mi casa se volvió recurrente oír a mi papá cantar: I wish I could swim like dolphins can swim. Pero como todo, Bowie no se volvió mío hasta que lo redescubrí sin ayuda de mis padres o hermanas. En algún punto de mi pubertad descubrí la obra de David Hockney a través de un libro en la sala de la casa de mis padres. Quizá por ser de Cuernavaca, sus albercas me conmovieron de sobremanera. De Hockney pasé a Lichtenstein y de ahí aterricé en Warhol. En Warhol me quedé mucho tiempo. Su Factory era la fiesta con la que siempre había soñado. El estilo de Eddie Sedwick me enloqueció. Los Velvet Underground se volvieron mis favoritos y Lou Reed me llevó de vuelta a Bowie.
Ya en prepa yo me escapaba a la biblioteca y rentaba películas sobre Warhol. La fascinación por el Nueva York de esa época siguió. También en prepa andaba con Urce, y en esa época su canción favorita era Under Pressure. Cuando la escucho muchas veces todavía me acuerdo de él y de lo tierno que era.
A esa edad también me encantaba leer artículos del Telegraph y la versión británica de GQ. Mi sección favorita era (y es) su listado anual de los hombres mejores vestidos de Gran Bretaña. De ahí mi amor por Mark Ronson y Bryan Ferry. De ahí también mi continua admiración por Bowie. Nadie tenía tanto estilo como él. A partir de ahí mi amor por Bowie estaba sellado y el genial cover de Nirvana, la aparición de su canción en Moulin Rouge, su actuación en The Hunger, su estilo para vestir, el hecho de que un amor imposible me dedicara Heroes, o el hecho de que la vez que conocí a uno de mis amores sonaba Space Oddity fueron sólo detalles que fueron sumando. Rebel, Rebel, Fame y Golden Years fueron durante mis veintes el antídoto perfecto para cuando estaba triste. Y es que Bowie tiene una rola para cada instante...
Hace algunos meses, en el FICM vi un documental sobre Bowie. Una capítulo se titulaba David Bowie is Forever, hoy eso no podría ser más cierto...Anoche perdí a mi héroe. Maldito cáncer.
Anoche también leía que Guillermo del Toro escribió que David Bowie existió para que todos nosotros, los inadaptados, aprendiéramos que la rareza es una cosa preciosa. Tiene razón y por eso y por la música (y las cátedras de estilo) siempre le estaremos agradecidos. Hasta siempre, David Bowie. Long Live the (Gobling) King